Estoy cansado de estar vivo,
aunque más cansado sería el estar muerto…
Luis Cernuda
No puedo morir ahora. No es viable, ni siquiera como posibilidad por una sencilla razón: aún no he conseguido asegurar una asistencia mínima de, al menos, 25 personas al funeral. Muchos dicen que sí irán; pero, si ni siquiera asisten a eventos donde estoy vivo y tengo la posibilidad de reclamar su indiferencia, ¿cómo puedo esperar que vayan si no tendría manera de quejarme en caso que falten? Necesitaría un medio confiable para que, estando muerto, me pudiera comunicar con ellos, poder insultarlos si no van; pero esa máquina es demasiado cara, tal vez podría pagar una pirata, pero sería un fraude.
Varias veces he imaginado cómo sería hoy mi funeral. Tal vez parezca extraño, pero es una idea que no me causa temor o un sentimiento de catástrofe, es sólo una imagen en mi mente, un divertido juego personal que a veces aparece. Lo que he podido concluir de esos pensamientos no es agradable. Todos los sepelios, o al menos la mayoría de ellos, son deprimentes; pero lo que veo en mis imágenes mentales es desmoralizador en otro sentido, sería con muy pocos asistentes: algunos familiares y uno que otro amigo despistado que no supo cómo, pero llegó. Tal vez algunos desistieron porque se hartaron de buscar un lugar para estacionarse; con la mala suerte que tengo, en la funeraria habría otro, tal vez de un famoso actor que no cayó en desgracia o un empresario prominente. El estacionamiento estaría lleno, no habría espacio para los pocos que intentaron llegar. Uno de los mejores pretextos que existen para faltar a un evento es no tener dónde estacionar el carro, aunque se utilice el transporte público. Los pretextos son como los políticos, el hecho de no ser verdaderos no los rebaja de categoría.
Es posible que sea una reunión de pocos amigos y no necesariamente los mejores. Eso nunca lo sabrán los asistentes, ya que hablarán cosas buenas, de todos habré sido un gran compañero, incluso de aquel que, sin querer, le fastidie la vida. Tiene sus ventajas ser un cadáver, aunque hablen mal de mí, no podrán alterar la serenidad en mi rostro. Pero yo podré cambiar la de ustedes. Será cuando pregunten quién es esa hermosa y misteriosa mujer completamente vestida de negro que llegará en silencio, dejará una libreta oscura sobre mi ataúd y se retirará sin despedirse. Ninguno podrá saber quién es y, como la máquina para comunicarse conmigo no estará en ese lugar, no habrá manera de averiguarlo.
Necesito un poco más de tiempo de vida, aún me falta establecer lazos más fuertes con un mayor número de personas. De esa manera mi funeral no sería tan deprimente. No quiero imaginar los comentarios de los asistentes al del artista, en la mayor capilla del lugar: “¡Pobre hombre!, ¿qué habrá hecho en su vida que casi nadie vino?” Debe existir alguna temporada donde fui insoportable para los que me rodeaban, pero en general he sido una buena persona (aunque mi criterio no es riguroso), por lo que esa crítica no sería válida. En lugar de sentirme tranquilo con esa idea, haría aún más deplorable esa falta de asistencia, porque hasta ver en la televisión como pierde el Cruz Azul otra final es válido para evitar asistir.
Tengo otra cuestión decidida, es algo que ayudará remediar esa situación: en el funeral se organizará una rifa entre los asistentes. Inicialmente pensé en una enorme pantalla plana como premio, pero al ver el poco entusiasmo de las personas a las que les he comentado, decidí cambiarlo por un viaje a algún paradisíaco lugar, para dos personas, todo pagado. No es mucho, pero puede hacer que la decisión entre asistir a mi funeral o ir a la cita con el ginecólogo se incline a mi favor. Esa rifa sería únicamente entre los presentes, no importa quienes sean. Puede ser que el ganador sea un mensajero, que llegó para entregar unas flores y estaba ahí en ese momento. Sería un ganador válido, él tenía una razón honesta para estar ahí. Es una cuestión de motivación, a nadie le caería mal un viaje.
Avisaré con bastante tiempo de anticipación la fecha del evento, así cada uno podrá ajustar su agenda sin problema. Pueden estar tranquilos, no será un viernes o sábado, siempre están llenos de cosas más importantes que un funeral, por interesante que este pueda ser. Si alguien compra esa máquina para reclamarme algo (siempre existen esas amables personas que ni a los cadáveres dejan en paz), no intenten usarla para preguntar el teléfono de la dama de negro, la conozco bien, ella no les hará caso. Y si uno de ustedes falta, no se preocupe; de cualquier manera lo veré pronto, de eso estoy seguro, la paciencia no es una de mis virtudes.