¿ El fin del mundo ?

Llega una nueva fecha para el fin del mundo y veo el rostro de incredulidad de mis amigos. Nadie toma este asunto en serio, surgen bromas y chistes en las redes sociales y entiendo sus razones. A lo largo de la historia se ha roto este sueño tantas veces que perdimos la esperanza de que sea una realidad, no existe la certidumbre de que ahora sí ocurrirá. Deambula en el ambiente un completo escepticismo de un evento que, en caso de acontecer, podría tener cierta importancia para nosotros.

En nuestros genes existe algo que siempre nos hace pensar en este tema. Parecería que somos incapaces de gozar nuestro presente. Cuando lo comenzamos a disfrutar, la falta de angustia nos inquieta y, para no perderla, inventamos algo que sea catastrófico. La posibilidad de que nuestra novia quede embarazada o perder el trabajo o una auditoría fiscal, por ejemplo, no tienen la suficiente carga emocional, son cosas temporales y pasajeras. Debemos encontrar aquello que pueda generar un real, profundo y duradero temor. Que mejor manera de hacerlo que destruir, no solamente nuestra vida –no vale la pena ser egoísta aquí—, sino todo el mundo. Eso sí es algo que nos ofrece la ansiedad que requerimos y, además, no tiene una fácil solución. Es la medicina ideal para nuestra falta de angustia.

Con esta respuesta en mente, los seres humanos creamos un sinfín de epílogos para nuestra existencia. Los aztecas han terminado cuatro veces, no solo el mundo, también incluyeron al Sol y dijeron que vendrá la quinta destrucción con movimientos de tierra de un soberbio nivel. En el hinduismo existen ciclos de creación y destrucción, por lo que, para ellos, también este mundo ha terminado y comenzado en repetidas ocasiones. Noé, al principio de los tiempos bíblicos, fue testigo de otro intento divino por finiquitar la humanidad; él, sin dotes de marinero, construyó un barcote y pudo atracar en la cima de un cerro, salvándose junto con un montón de animales (entre ellos seguramente algunos diputados). La Biblia termina con un texto de San Juan Evangelista que nos explica con amplios y nebulosos detalles este apocalíptico evento. En diversas épocas han surgido personas ilustradas que describieron nuestro final y no solo eso, sino que se arriesgaron a dar el dato exacto de cuándo sería la última fecha del calendario; ninguno acertó. En 1910 las personas pensaron que el cometa Halley terminaría con la Tierra. Los Testigos de Jehová han predicho en varias ocasiones la fecha del final del mundo y tampoco han atinado. Ahora, expertos nos dicen que los mayas vaticinaron el término de la humanidad para este fin de año, aunque existe la posibilidad de que simplemente se cansaron de seguir colocando fechas en su calendario.

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Foto por Liliane Mendoza Secco

¿Cómo será el fin del mundo? La mitología cinematográfica agotó casi todas los métodos para acabar con nuestra época: asteroides que golpean la tierra, invasiones extraterrestres, epidemias, virus mortales creados por el hombre, ataques de zombies, alteración del eje de rotación de la Tierra, terremotos, inundaciones, cambios drásticos del clima, guerras nucleares, guerras contra máquinas, catástrofes volcánicas y lo que falte, porque no he visto todas las películas del tema. Nos divierte, emociona y hasta parecería que deseamos vivir un fenómeno apocalíptico. El resultado es que estamos agotando los métodos para exterminarnos; a este paso, ¿hará Dios un vulgar plagio de algo ya visto en una pantalla de cine?, no lo creo, estoy seguro que Él no me va a decepcionar; algo nuevo y espectacular se le ocurrirá para esa memorable fecha. Así que, vuelvo a preguntar, ¿cómo será? Algunas ideas vienen a mi mente: caerán del cielo avalanchas de libros de autoayuda, música ensordecedora e interminable de Arjona destruirá cada átomo del planeta, el sexo dejará de ser agradable y, por ende, habrá suicidios en masa. Todo cabe en la imaginación de cada persona, cada uno tiene la suficiente capacidad de inventar (o plagiar) su propio final.

Tal vez todo este asunto es el reconocimiento de nuestra incapacidad para reparar lo que hacemos mal desde que el primer hombre caminó por la Tierra. Esperamos y deseamos ese borrón y cuenta nueva porque hacerlo es más fácil que intentar arreglar lo que somos. Pensamos que seguramente caeremos en los mismos errores y por eso sentimos que no vale la pena hacer algo más que aguardar.

Sería preferible, en lugar de esperar sentados la destrucción de nuestra civilización, intentar cambiar ese pequeño universo que está cerca de nosotros. Actuar con valor ético, con honestidad, con todos, todos los días, hará que llegue el final de este caótico tiempo. Podemos dejar de seguir inventando “el fin del mundo” si logramos que la angustia que nos falta sea generada por la responsabilidad de promover valores, por hacer cosas trascendentes, por dejar en la Tierra las huellas del verdadero sentido de humanidad. Tenemos que dejar de esperar, olvidarnos de todas las profecías y dedicarnos a ser mejores personas