Estrenamos calendario, empezamos un nuevo año y en realidad no cambia nada. Aún no sabemos con exactitud el número de muertos en esta llamada “guerra contra el crimen”, nuestros “precandidatos” a la presidencia siguen jugando a Pinocho –veremos a quién le crece más la nariz-, las redes sociales manifiestan la indignación de las personas hacia mexicanos ejemplares (Sacal y El Platanito) y no veo cómo el Cruz Azul pueda ser campeón este año.
Queremos aprovechar el cambio de año para intentar corregir las cosas que no hacemos bien. Olvidamos que nuestro calendario es solamente una manera convencional de organizar el tiempo. Un buen día tomamos como punto de partida un suceso del cual no sabemos su fecha exacta pero acordamos que sería el 25 de diciembre de cierto año y fue el inicio de la cuenta. ¿Por qué no celebrar el año nuevo el 25 de diciembre, si ahí empezamos la numeración de los siglos? No lo sé, pero creo que es porque así somos, tenemos una parte irracional que se niega a morir.
De regreso al tema, abrir la nueva agenda nos lleva a reflexionar en lo que estamos haciendo y sobre todo, en cómo lo estamos haciendo. Un balance de cuentas, en donde el saldo, si es negativo – generalmente es así – lo queremos “ajustar” con una lista de actividades a realizar a partir del 1 de enero: propósitos de año nuevo, dicen los enterados de este asunto. Es interesante, esta lista es muy parecida de persona a persona; aquí les escribo los ejemplos más comunes:
- Bajar de peso
- Hacer ejercicio
- Leer más libros (en el caso de algunos políticos al menos leer tres)
- Dejar de fumar
- Pagar deudas añejas
- Ser puntual
- Llegar más temprano a casa
- Convivir más tiempo con mi familia
- No pelearme por tarugadas con los compañeros de trabajo
- Ser más ordenado con mis cosas (clóset, cajones, escritorio, etc.)
- Tolerar a mi amigo que le va al América

La lista puede ser pequeña o grande, pero casi siempre es convencional. La mayoría de las personas que hacen su lista de propósitos podrían desempolvar la del año pasado y volverla a escribir. Esto no es tan malo como podría parecer, es un buen intento para mejorar como persona.
Tiremos a la basura esa lista, de todas maneras pasará al cajón del olvido en los primeros días de febrero. Aprovechemos que el calendario es solamente una casual referencia del tiempo, cada día puede ser el inicio de un nuevo año. Es mejor disfrutar y vivir cada día, abrir los ojos y ver todos los colores que el mundo nos ofrece. Después de todo, pienso que sonreír es más importante que angustiarnos por una simple lista.