“Con las piedras, con el viento
hablo de mi reino.
Mi reino vivirá mientras
estén verdes mis recuerdos.”
José Hierro
Era una mujer llena de misterio. Sabíamos muy poco de su vida, ya que no le gustaba hablar de ella. No era dueña de muchas palabras; sus amigos, los verdaderos, eran más escasos aún. Nunca entendí por qué me consideraba uno de ellos. Tal vez fue una rara simpatía mutua o que siempre fui leal, lo ignoro y hoy no me interesa saberlo.
Trabajábamos juntos, de vez en cuando nos reuníamos al final del día en una cafetería que estaba cerca de la oficina. Pasábamos buenos ratos en pláticas que no tenían nada que ver con cuestiones laborales, tampoco en la mesa aparecía el día a día, como las noticias o la familia. Hablábamos de cosas poco comunes, a veces abstractas. A ella no le importaba si sus palabras me incomodaban, parecía que sus ideas esperaban el momento adecuado, como fichas ganadoras en una partida de dominó, para colocarse sobre la mesa.
Alguna me vez me dijo que la vida se acaba, lentamente, en cada instante. Eso no es una gran idea, todos lo sabemos, pero ella iba más allá. Deseaba saber cuándo moriría, el momento exacto, sin ambigüedades. Discutimos varias veces el asunto, le comenté que ese dato la haría vivir una larga y creciente angustia al acercarse esa fecha. Ella no estaba de acuerdo. “Piensas como un cobarde” me dijo una vez. No me agradó su comentario y, para no tocar más el tema, le hice ver que era completamente imposible conocer el futuro, por lo que esa plática era inútil.
Las tardes acompañadas de tazas de café continuaron. Un viernes, casi al final de una de nuestras reuniones, me dio un sobre cerrado antes de despedirse.
—Iré a cenar con un viejo amigo. ¿Me guardas esto por favor?, no quiero llevarlo, soy algo distraída y se puede perder. Te avisaré el día que lo necesite.
Al llegar a casa puse el sobre en un cajón. No soy una persona curiosa, así que no me interesó su contenido. No me dijo nada el lunes siguiente y lo olvidé. Días después sucedió una tragedia en el trabajo. Fallecieron tres compañeros en un accidente de tránsito. El ambiente fue muy triste en esa temporada. Ella parecía no compartir ese sentimiento, algo que no me pareció extraño, pues ninguno de ellos era su amigo.
Tuvimos una pausa en nuestras reuniones. Pasaron tres semanas antes de encontramos de nuevo en la cafetería. Yo pensé que hablaríamos de nuestros compañeros o del sentido de la muerte, pero no fue así. La charla fluía tranquila cuando, de pronto, hizo una pausa y dijo:
—Hoy leí una frase: “Elige bien tus recuerdos, te acompañarán en la soledad”. No creo que sea algo genial, incluso me parece absurda.
—¿Tú crees?, a mí no me parece tan mala.
—Ese es uno de tus problemas, te quedas en las frases sin pensarlas mucho. Pasa con algunas personas, ponen frases en las redes sociales por inercia. Si reflexionas un poco verás que la mayoría de ellas, como esa, parecen bonitas, pero son completamente inútiles.
—Pero, en cierta manera los recuerdos…
—Mira, la cruel verdad es que no puedes elegir qué recuerdas o qué mandas al olvido —me interrumpió—. En tu mente se encuentran las imágenes que sin ninguna razón o criterio se atoran en la mentirosa pantalla de la memoria. Y tú estás condenado a verlas en cualquier instante, aún con los ojos cerrados. El olvido mata algunas, pero es cuestión de azar. Es imposible que, de manera precisa, puedas decidir.
—No lo veo así, uno olvida lo que no interesa y, a veces, las cosas que hacen daño.
—Piensa bien, verás que recuerdas muchas cosas que no tienen ninguna importancia y estoy segura que, aunque lo desees, no podrás olvidar otras.
—Podemos apostar que sí podría —dije con una sonrisa.
—¿Recuerdas que yo deseaba saber cuándo terminaría mi vida? Tomé muy en serio la búsqueda de alguien o algo que me diera esa respuesta. —comentó con mucha seguridad en su voz —. Por fin lo encontré, no preguntes cómo. Sólo te puedo decir que hoy conozco con exactitud esa fecha y, aunque no estés de acuerdo en esto, puedo vivir con más tranquilidad.
—Eso es imposible, no importa qué hayas hecho. Seguramente viste un charlatán o te convencieron de cosas que son falsas.
—¿Tienes ahí mi sobre? Te pedí que lo trajeras hoy —dijo.
Estaba en mi portafolio, así que lo tomé para ponerlo sobre la mesa. Al verlo, ella continuó.
—Ábrelo y lee lo que está en la primera hoja.
Abrí el sobre, dentro había dos papeles. En el primero estaban escritos, con su letra, los nombres de nuestros tres compañeros fallecidos con una fecha y hora. Recordé que ellos murieron en el hospital unos días después del accidente. Miré nervioso el otro papel. Estaba el nombre de mi hermano, con un día que correspondía al próximo año y otro nombre: el mío, con una fecha escrita al lado.
— Lo que está ahí es verdad, puedes esperar un año para estar completamente seguro. Y, después de eso, no lo podrás olvidar, aunque quieras —comentó al tiempo que se levantaba de la mesa—. Me despido. Hoy renuncié al trabajo y no pienso regresar.
Me sonrió y se fue. A pesar de la amistad que pensaba que existía, jamás la volví a ver.
Regresé a casa. El fin de semana me comenzó a ganar la curiosidad. De regreso al trabajo, el lunes, investigué los datos de la muerte de mis compañeros, todos coincidían con lo que estaba anotado en esa hoja. Unos meses después comenzó una larga agonía para mí, justo después del funeral de mi hermano.
Si algo atrapa poderosamente al lector, es sin duda desde el titulo, la forma en la que te abraza conforme avanzas la lectura. Como Olvidar estas letras….Saludos EMF