Me alimento de dragones ancianos, devoro su fuego apagado: sus ojos, sus colmillos, sus escamas, sus alas, sus garras, sus sueños. Grandeza de días pasados, me nutre su leyenda. Y la eternidad esa eternidad, su eternidad, queda en mí.

Emilio Mendoza de la Fuente
Me alimento de dragones ancianos, devoro su fuego apagado: sus ojos, sus colmillos, sus escamas, sus alas, sus garras, sus sueños. Grandeza de días pasados, me nutre su leyenda. Y la eternidad esa eternidad, su eternidad, queda en mí.