Saltar al contenido

Letras, palabras…

Letras, palabras...

¿Viva México?

Hace pocos días, en una reunión con amigos, comenté que había probado un café de origen asiático que me había parecido excelente, sin la notoria acidez característica de los cultivados en México. Inmediatamente comenzaron a decir que en nuestro país existen mejores cafés y que tal vez yo no los había probado. No pude convencerlos de que, para mí, existen mejores cafés en el mundo que los mexicanos. He probado esa bebida diversas veces, hecha con una gran variedad de granos de nuestro país, incluyendo los de alta calidad y siempre he percibido un sabor muy ácido en ellos. Sé que posiblemente no se debe a la calidad del grano, es cuestión de sabor, de gusto; pero siempre he sido atacado en ese tipo de conversaciones al expresar mi opinión de que existe algo mejor que lo mexicano en otra parte del mundo. Lo mismo puedo decir de las artesanías mexicanas. Sin demeritar a nuestros artesanos, es notorio que una gran cantidad de artesanías que se venden en los mercados y tianguis en diversas regiones de nuestro país es muy burda y tosca, en otras palabras, mal hecha. Reconozco que existen artesanos mexicanos que elaboran artesanías de un alto valor artístico y de una calidad excepcional, pero poco a poco se están perdiendo.

Foto por Liliane Mendoza Secco
Foto por Liliane Mendoza Secco

México tiene un gran patrimonio. La mayoría de los mexicanos guardamos un profundo cariño por nuestra tierra, existen muchas cosas que nos hacen sentir orgullosos de haber nacido en este país. Presumimos, con justa razón, sus bellezas naturales, su pasado prehispánico, sus ciudades coloniales, la calidez mexicana, entre otras cosas. A primera vista parecería que tenemos un amplio sentido nacionalista, gran patriotismo, pero en realidad lo que tenemos son alardes patrioteros. En México es común la tendencia a realizar una defensa desmedida de todo lo que es mexicano. Es tan natural esta reacción que es casi imposible comentar que existen cosas mejores en otros países, ya que nunca faltará quien levante la voz diciendo que en México también tenemos lo mismo, con la pertinente aclaración de que, lo que aquí existe, es mucho mejor.

Este sentimiento patriotero es un problema para el desarrollo de México. Nos impide ver que muchas de las cosas que hacemos o tenemos, además de no ser únicas, no tienen el grado de excelencia que pensamos. Algunas, como las culturas prehispánicas, se han quedado en el pasado y no hemos podido crear el presente que merecen. El patrimonio cultural que existe en México es un activo que no estamos aprovechando para impulsar el desarrollo de nuestro país. Una clara muestra: el potencial turístico de México descendió un escaño, al pasar del sitio 43 al 44 en el ranking 2013 sobre Competitividad en Viajes y Turismo, elaborado por el Foro Económico Mundial (WEF, por su sigla en inglés) entre 140 países. La ceguera que causa el sentimiento patriotero nos paraliza, nos impide ver que el mundo avanza a una velocidad mayor a la nuestra. No somos únicos en el mundo, todos los países tienen grandes recursos, grandes paisajes y una gran herencia cultural, por lo tanto es erróneo pensar que, únicamente con lo que hemos heredado, podemos competir con éxito en un mercado global.

A pesar de defender con denuedo “lo nuestro”, muchas veces preferimos los productos extranjeros a los mexicanos, sobre todo si sabemos que fueron manufacturados en países altamente desarrollados. Este tipo de acciones no prueba el hecho de que pueden existir mejores cosas en el mundo que las mexicanas, sino que es una prueba de que la defensa de lo mexicano, sin argumentos, es una expresión patriotera y no un verdadero sentido de amor por México.

Esa actitud patriotera exagerada, ese nacionalismo a ultranza, solamente lleva a posturas radicales, frente a las cuales se hace muy difícil poder establecer las bases para un buen desarrollo. Nos impide reconocer lo que estamos haciendo mal, aquellas cosas que tienen que ser mejoradas para poder ofrecer un mejor producto o servicio al mundo. Tenemos que aprender a reconocer de manera objetiva aquello que sí es bueno en nuestro país y lo que no estamos haciendo bien. De esta manera podremos aprovechar la enorme herencia que tenemos y trabajar con ella, en lugar de esperar sentados sobre ella.

Antes de defender ciegamente lo que existe en México cuando alguien nos critica, hagamos una pausa para verificar si esta crítica es real, no la descalifiquemos de antemano. Aceptemos que lo que existe en nuestro país puede no ser tan perfecto como creemos y trabajemos para que sí lo sea. Reconocer nuestras fallas es el primer paso de muchos que tenemos que dar. México no necesita gritos que lo defiendan, requiere actitud y trabajo para hacer que crezca la herencia que hemos recibido y así poder entregar un mayor legado a nuestros hijos. Ellos lo necesitan y lo merecen.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *