Algo de agua ha corrido desde la última vez que puse un montón de palabras por aquí; no puedo decir que toda esa agua haya sido buena o mala, simplemente pasó bajo el puente; y de tanto ver desde la barandilla acabé regresando a este blog.
Es un horror la cantidad tan limitada de tiempo que tengo para poder leer todo lo que quiero; a veces envidio a aquellos que no entienden lo que es eso, los que pueden pasar la vida sin ir más allá de leer por encima algunas hojas de las revistas light que circulan por ahí. Una vez le escribí a un amigo que una vida sin el deseo de ver más allá de la superficie es una vida tranquila, sin sobresaltos y estable; sobre todo si la vida ha sido amable y no se tiene un pesado saco de angustias o preocupaciones; además, si a estas privilegiadas personas les llega repentinamente alguna inquietud cultural trascendente, la resuelven con el enorme esfuerzo de leer un condensado de frases de Paulo Coelho y listo: tienen para poder comentar por un buen rato lo mucho que ayuda leer literatura de “alto nivel”.
En este sentido, lo malo de mi caso es que no me gustan los condensados, en mi opinión un condensado es mutilar la literatura bajo el pretexto de aligerar la vida de un flojo lector, es poner en otro la decisión de lo que vale o no de un libro. Además, la alta literatura de Coelho tampoco me agrada, va más allá de mi comprensión.
Entonces, solo me queda buscar la manera de exprimir el reloj para tratar de hacer más pequeña la pila de libros que están esperando turno; pero no veo como, sobre todo cuando tengo la manía de poner y poner más libros en esa interminable lista de pendientes por leer. No me angustia mucho este problema, pero esa lista esta representando una pequeña tortura, una de esas piedras en el zapato que no impiden caminar pero que si molestan todo el camino.
Tal vez valga la pena reconsiderar mi posición respecto a los condensados y Coelho, un condensado de Coelho sería tan pequeño que mi problema se podría resolver en un pequeño rato de lectura…